28 de mayo de 2012

Temblor

El viento
mientras las libélulas vuelan en círculo alrededor de los pies desnudos
Sin poder hacer nada, solo soñar con ese viento

Las virtudes del pájaro solitario
(uno de los mejores títulos que conozco, de Juan Goytisolo)

Atraidos por la noche, tal vez por la luna
en la época en que el fruto hunde sus pequeñas manos en la tierra

Y todo tiembla

27 de mayo de 2012

La piedra 609

Cerré los ojos.
Entonces te pude ver

A media mañana hacía fresco y algo de sol. Viajaba, me apetecía conducir y la autovía estaba casi vacía.

No sé como fue pero casi de repente encontré delante de mi una gran piedra que viajaba sobre el remolque de un camión, una piedra seguro que de varias toneladas. Reduje la velocidad y me puse tras ella, quería observarla con calma.

Era un gran bloque de granito con las huellas circulares de las perforadoras. Un cuadrado casi perfecto que llevaba inscrito con pintura roja: nº 609. Aquella era la piedra número seiscientos nueve, camino de no se sabe donde y procedente de alguna montaña.

Hace años hice un trabajo sobre esas grandes piedras. Y vi como inyectaban calor hasta el final de un minúsculo túnel que se internaba en las paredes de la cantera. Calor y frío hasta que algo allí dentro se rompía. 

Así que decidí viajar todo el tiempo que pudiera tras la piedra 609.

Hace unos días releí en mi libreta la despedida de una persona que aprecio tras haber compartido una pequeña ruta: Buen viaje y buenos recuerdos

Y hace muy poco, uno o dos días, escuché las tres Lecciones de tinieblas de Couperin. Y ese mismo día  encontré una persona desconocida que estaba viviendo la misma experiencia que alguien a quien quise mucho: una experiencia difícil aunque elegida con libertad. Y llevaban el mismo olor.

Entonces me di cuenta, mientras subía tras la 609 que la música había llegado al Macpherson's Lament interpretado por Jordi Savall. Fuego en el interior de la piedra, luego la presión del frío, más tarde otra vez fuego. Y la roca se desprende, se escucha un quejido sordo, parece un pequeño temblor, y con cierta suavidad se deja caer. Los hombres se apartan, alguno permanece encima del gran bloque, otros guardan las herramientas. Todo está preparado, todo ha terminado.

Apagué la música. Alguien me dijo: sin dramatismos.
Sin dramatismos. Todos los días nace y muere gente y todo sigue más o menos a buen ritmo. Vamos a los entierros, enterramos a quien sea, y luego nos tomamos un café para reconfortarnos, así que sin dramatismos: eso para la ópera.

Solo quería cerrar los ojos. Para poder ver.

Pero estaba conduciendo y como en una refinada tortura tuve que mantenerlos abiertos para seguir una ruta que podría parecer normal. Pero era anormal. Subir tras una gran piedra, luchando para que no ruede camino abajo siempre será una tarea perdida de antemano.

Ahora, después de un largo rodeo tras la piedra, regresé a un lugar que parece la casa. Y aquí busco algo parecido a la desaparición. Si lo consigo convertiré este lugar en mi casa. Escucho la Música callada de Mompou. El silencio, perderse en los silencios.

22 de mayo de 2012

Guardaré tu voz

John Donne. John Dowland. Muchas noches. En mitad de la nada. El tañido de las cuerdas. Bajo el influjo de lo que parece no existir, avanzas.

El domingo 13 de mayo algo importante me trajo a la memoria el Gutte Nach de Schubert. Después gente amiga lo volvió a escuchar y el viernes 18 de mayo leí un precioso correo en el que se decía que Dietrich Fischer-Dieskau estaba sonando con fuerza en alguna casa, al través de la mañana. Ese mismo día, lo supe hoy, Dietrich Fischer-Dieskau murió. 

Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras,  pero no lenguaje,
parto hacia la isla cubierta de nieve (escribe Tomas Tranströmer)

Tengo como una joya las tres colecciones de lieder de Shubert cantadas por el barítono alemán. Hoy escuché que no actuaba en público desde 1992 y que desde entonces se había dedicado sobre todo a estudiar precisamente la obra de Schubert. Tenía 87 años.

Tal vez el día deba terminar. ¿Cómo echar de menos a quien no se ha conocido pero de quien se han recibido tantas y tantas llamadas desde su voz?. Una voz pronunciando el paso del invierno hasta sus bosques más oscuros. Tenía un nombre bonito. Me gustaría saber pronunciarlo bien, con más ligereza.

Ahora, hasta John Dowland calla. Ya no se escucha el laúd, la guitarra antigua, una sola voz, sola, pronunciando frases que dibujan el mapa del día. Jornadas de las que se sabe poco, solo que existen. John Donne hace tiempo que ya no existe, aunque lo busque.

Guardaré tu voz.
Para que cuide esas canciones

Cuando partamos hacia la nieve

14 de mayo de 2012

Insectos y pétalos

Cerca de un río
debajo de la piel.
En mitad de un lugar
que hay que dibujar para que exista
sin mapa ni utensilios, con riesgo
en un lugar desconocido.

En otro continente
ahora que delante de la pantalla zumban insectos y pétalos de plantas que parecen hacer una muda nocturna. Una selva que llega hasta la ventana.

Este calor es otro.
A veces se escuchan voces
canciones muy a lo lejos. Antes de dormir me dijiste que algunas noches soñabas con piedras negras.

13 de mayo de 2012

Una música puede apagar el motor de un avión

Una música antes de subir a un avión.

Después, sobre el océano, los motores rugen de manera regular y monótona, todo va bien. Es un sonido frío y sordo que invade el oído. El motor hace su trabajo, viaja por la noche, incluso permite que se iluminen las diminutas luces rojas que pretenden señalar una posición.

Todo es de calidad: es fácil imaginarse una turbina hecha de las mejores aleaciones para sostenernos sobre el abismo del océano, a miles de pies del suelo y a muchos más de las profundidades. Sobre un abismo insondable nos lleva a todos.

Este avión se parece a muchos otros y aspira a comportarse como los que son igual que él. Las personas hemos hecho todo lo posible para que eso ocurra, alguien ha trabajado durante años para asegurarse que allí solo hable una máquina casi perfecta. Un ensamblaje de metal y fluidos. Fiable y predecible.

Y en esa nave de acero, una música.
Que también hace su trabajo. ¿Cuál?

Permitir que exista algo todavía más poderoso que la voz de las personas: la voz de la tierra, como la llama Eustaquio Barjau, un hombre sabio que además es el traductor de Peter Handke.

En este caso, la voz de la tierra permite oir la voz de la memoria. Y la memoria no tiene nada que ver (aunque suspiremos con eso) con un disco duro, ni con un motor de avión. Ni es fiable, ni es predecible, ni clasifica cronológicamente o por tamaño. La memoria almacena conexiones, no datos. Y no son conexiones con ese algo, sino con la relación que mantuvimos con ese algo. Lo entiende todo como un diálogo a dos (como mínimo) que define a cada momento a quienes participan en él. Hasta transformarlos.

Una música regalada para un viaje, escuchada mientras los motores no nos abandonan al abismo.

Y ahora, la misma música, el Winterreise de Schubert, ha establecido sus conexiones con la voz de la tierra, con la memoria. Cuando suena, el viaje vuelve a comenzar. Y su voz es tan fuerte que acalla el motor del avión, ¡es más poderosa que una turbina a reacción!. Esa pequeña canción, cantada por Dietrich Fischer-Dieskau tiene el poder de silenciar la voz del hombre, de hacer callar a un avión sobre un océano, de apagar su motor. 

Por eso, una pequeña canción es responsable de que ahora nos precipitemos hacia las profundidades.

Tal vez todo suceda muy rápido y no quepa decir ni buena suerte. 

En griego hubo antiguamente una palabra para "yo soy" que no era más que una O larga, y se podía encontrar, por ejemplo, en la frase: "mientras estoy en el mundo soy la luz del mundo"
(lo escribió Peter Handke y lo tradujo Eustaquio Barjau)

Me gustó leerlo.

9 de mayo de 2012

Murmullo de fondo

Ayer

Volví a escuchar una música de Olivier Messiaen, un fragmento de su Libro de órgano. Y otra vez tuve que quedarme quieto mientras los pájaros sonaban a través de los tubos del instrumento. La música, con su estar de camino, me detuvo. Después, cuando reanudé la marcha, la ruta ya no era la misma.

Hoy

Leo en el desayuno:
El tono fundamental, el murmullo de fondo, el sonido de todo mi trabajo es el examen de las carencias de nuestra existencia, los conflictos irresolubles con nosotros mismos y el "hermoso fracaso" que conllevan. Ese retorno de lo mismo en condiciones siempre distintas me lleva a querer cerciorarme del mundo y de mi persona en un reflejo poético y en imágenes siempre diferentes. El mundo como representación. Imágenes de lo invisible. Pero también es siempre una ruptura conceptual y visual con las representaciones mentales y de imagen recibidas.
Lo escribió Jürgen Klauke


Los últimos días

Dedico un tiempo a seguir pensando en el Ensayo sobre el día logrado de Peter Handke. Y sobre el poder que tiene vivir el día olvidándose de la necesidad de que sea un día logrado. Y como esa es una emoción global porque un día logrado no es una suma de anécdotas amables o poéticas. Es algo más, que puede incluir la dificultad y la imposibilidad. Un día logrado está al otro lado de los conceptos ya construidos, al otro lado de esa pantalla. Otra vez, como casi todo lo importante, es un umbral. Imposible permanecer en él. Aunque sí es posible cruzar a través de él.
Y de pronto me encuentro con un artículo de Ricardo Piglia: Un día perfecto (el título me gusta menos). ¿Cómo podría yo narrar un día perfecto? se pregunta.


Dias imposibles de olvidar

8 de mayo de 2012

Alemparte

Estar de camino,
ir de camino. A veces todo empieza en una palabra,
o un sueño. Todo está nítido, vibra bajo la luz

Estar de camino,
no parar, no cesar, mantener una generosidad extraña con uno mismo cuando asiente hacia lo oscuro

O cuando no se rebela, o cuando no calla. Ojalá hubiera (algunas veces) una guerra a la que marchar. A trabajar. Pero no hay guerras (aunque existan muertos).

Recordé cuando cogía fósiles en un lugar que se llama Triste. Sonó mi móvil y eras tú, estabas (literalmente) cerca de la batalla. Miles de millones de kilómetros. Y yo recogía conchas en lo que antes fue el fondo del mar.

Szymborska habla del corazón:
cada una de tus sístoles es como empujar una barca hacia alta mar en un viaje alrededor del mundo

(Hace muy poco pasé cercar de un pueblo que se llama Alemparte. Pasé todo lo despacio que pude).

Esta noche, ahora mismo, ya

5 de mayo de 2012

Ensayos silenciosos

Algo acaricia la cuerda, Ray
he esperado por ti (¿sabes?) con una paciencia persistente

Soñé todo el día con un pez.
Era raro, grande, elegante, nadaba cerca del fondo: al batir los extremos de sus alas de pájaro avanzaba. Blanco y negro sobre el fondo negro de las profundidades, sin prestar atención a nada que no fuese su propio movimiento. Lo vi durante todo el día

un rayo blanquísimo con motas negras. Y una leve agitación imposible de olvidar. Una musculatura bajo los cartílagos que seguro que tienen los peces de las profundidades. Firmeza y ternura para no rozar el suelo (si es que existe) del océano

Y atravesando la dulzura de ese movimiento, una sacudida como aquella de los flamencos en mitad de la noche, aquel escalofrío, aquel brote que parecía una quemadura o un pinchazo de frío intenso.

Ray, cruzas las corrientes como los pájaros emigran entre continentes.
Pero hoy, porque llevaba mucho tiempo esperando, te sentí pasar. Y aunque había ruido de calle, aunque sonaba una música maravillosa (Pedro Soler tocaba la guitarra y Gaspar Claus el violonchelo), aunque se hablaba otro idioma alrededor, a pesar del asfalto

la picadura, Ray

El fondo del océano.
Solo callar. Sé que pasaste bajo mis pies. Lo sé. Me gusta imaginarte viajando, sin parar a dormir ni a comer, los ojos fijos. Observar tu tensión, la voz en tu piel y la imposibilidad de poder acercarme. Existes y te siento y no me puedo ir contigo.

3 de mayo de 2012

La afinación de la tierra

Imagino algo ágil y lleno de una fibra que puede ser cálida y mortal, algo que existe y que gira, da vueltas sobre si mismo, con un paso elegante y sedoso, seguro, reservando sus fuerzas. Un ser vivo que camina sobre la punta de sus pies, por momentos relajado, siempre nervioso. Una fiera oscura que solo tiene brillo en el centro de los ojos, una fiera que apenas abre la boca para respirar, que todo en ella es inmediatez, peligro y cuya piel irradia una auténtica vibración eléctrica. Una mezcla letal.

Algo así, en ocasiones, es un recuerdo.

Y de pronto, en el buzón de entrada hay una fiera girando sobre si misma, haciendo una torsión tan fluida que con los dientes roza el final del lomo. Alguien envía fotos escaneadas, primero unas pocas, luego algunas más.

Frente al tiempo, frente a algo de nosotros que no somos nosotros, a veces, se pierde el ritmo.

Hay una preciosa canción que interpreta Joao Gilberto y Stan Getz: Desafinado. La he escuchado muchas veces, siempre la tengo cerca. Pero hasta hoy no había recorrido su letra como un niño sigue un renglón manuscrito mientras aprende a leer: para no perderse.

Que no peito dos desafinados
No fundo do peito bate calado
Que no peito dos desafinados
Também bate um coração


Este es el final. Y cuando se llega a él casi siempre se tienen los dedos manchados por la tinta negra del renglón, tinta que ensucia las manos como lo hace la tierra oscura.

Poder terminar el día con las manos manchadas de tinta y tierra.

Esa música.

2 de mayo de 2012

En el intervalo mágico

Me gustaría que un día vinieras conmigo.
¿Cuál es la diferencia entre subir río arriba o salir a limpiar las fuentes?

Por eso hoy fui a ver por donde iba el camino,
cual es la mejor orilla para subir, donde comienzan los bosques más cerrados,
por que camino podríamos pasar
Y donde, cansados, podríamos cenar algo. Tranquilos

El caso es que llovía, y caminé todo lo despacio que pude. Olía a una extraña luz, a una luz huidiza. Era una fragancia agradable, poco común.

En la libreta anoté las carreteras y los caminos, los pasadizos, los cruces a través de puentes de piedra, la ruta para llegar a un espacio detenido en medio de las fuentes, al inicio.

Apenas unos metros, los pies rodeados de agua oscura sobre piedras resbaladizas. Hay poca profundidad pero hay un rumor intenso con todo lo que brota. Hay anises y al final del verano habrá libélulas. Aquel es el intervalo mágico, así lo llama Damasio, en el que la vida es posible.

Vivimos gracias a ese lugar. En ese pequeño espacio el cuerpo está equilibrado y la vida puede existir (como si la superficie lunar tuviese pequeños lagos de agua). Un sueño.

Me quedé quieto un buen rato, oliendo. Aguardando a ver que pasaba. Y solo cantaban algunos pájaros en el borde de los pinos. Todo estaba. Y en un segundo, solo en la punta de un segundo, todo estaba en orden, todo existía.

Todo lo que se manifiesta es una luz, dice Peter Handke.
Y pone ejemplos: ¿No es verdad que el clic-clic de los botones de la camisa, cuando hoy, a primera hora de la mañana, rozaste la silla, tuvo algo de este diapasón del día?, escribe en su Ensayo sobre el día logrado.

La medida del día. ¿Cómo es el ritmo de la vibración del día?, ¿cómo es la escala para medir?, ¿como consigo recordar tan bien el clic-clic de los botones de toda tu ropa?

Un día de estos, tal vez, la noche cubrirá ese intervalo mágico. Mágico por breve, por difícil de identificar, por crítico, por tener la condición fundamental que alimenta las células de la vida: la condición de ser un umbral.