Durante algún tiempo aún quedará luz en la ventana.
Como si todo fuese mar y una sola luz, que situada en la frontera, tiene la obligación de indicar donde termina el mundo de la noche y empieza otro igual de desconocido.
Miras hacia esa luz y es como mirar hacia el interior del mar mientras es de noche: giros de seres vivos que cruzan los océanos en lo más profundo de las corrientes. Y sientes un movimiento gelatinoso y algo violento que no se sabe si quiere huir o atacar.
Hay luz y también gotas de lluvia sobre el cristal, pegado a él una planta y cerca de ella una respiración y más allá ese mar. Cada una de esas gotas de agua es un proceso terminado e incompleto, una paradoja. Un pequeño microscopio.
La luz y el mar, con sus seres que intentan vivir.