El mapa de los afectos se hace y se deshace en el agua oscura.
Observas el río y ves cómo se dibuja en esos brillos ondulantes. Es una corriente profunda, con árboles que ascienden a la superficie para que sus hojas crucen esa línea viva, plantas que se agarran a un fondo del que se sabe poco. Nada que ver con lo que debería ser: a cada segundo todo vuelve a existir como es en ese momento. Un mapa que no permite repetir el viaje. Mientras traza sus líneas, antes de acabar, ya las reforma. Abro el libro: Aunque es medianoche, el amanecer está aquí; aunque llega el amanecer, es de noche. Saber llegar hasta donde existen afectos con esa ondulación.