9 de julio de 2013

El olor de una guerra

Pensabas en la guerra.

Te sentaste en el borde de la cama mientras seguías pensando en las escenas que jamás habías tenido delante. Lo peor era aquel olor de los cuerpos ardiendo.

Sentado y en una habitación sin ventana, recordaste la escena de Apocalypse Now, cuando suena la música de The Doors.

Todas las partes contra todas las partes, y en la mitad de la selva, nada. Volviste a escuchar The End tan alto como te dejaban los oídos. El protagonista que gira en la habitación con esa música combate en Vietnam, también contra él mismo.

Pero tú pensaste en África y en las guerras que conociste allí. Sentado en el borde de la cama, solo, con los oídos ardiendo: Mozambique fue la peor. Algunos hombres enterrados vivos, el miedo, el miedo atroz inyectando parálisis en todo el cuerpo.

Pensabas en la guerra.

Un día por la mañana ya no estabas. Nunca más regresaste. Allí comenzó la barbarie al tiempo que la mayor de las ternuras. Volviste a escuchar The End, casi trece minutos de ascenso al volcán, más tiempo del que tardaria la lava en sepultarte y transformarte en algo desconocido, tal vez en piedra, otra parte de las emociones. Roca pura.

Pensabas que lo peor es el olor. Y no tenerte.