29 de junio de 2008

El mar a intervalos irregulares

El otro cedé del que quería escribir algo es I Hear The Water Dreaming, del compositor japonés Toru Takemitsu. Música para flauta, acompañada en algunos momentos por el arpa, la guitarra o la orquesta de cuerda.

No sabía nada de Takemitsu hasta que ví algunas películas de Akira Kurosawa. Takemitsu trabajó como músico en algunas de las películas del director japonés, Ran entre otras. Pero la primera película suya que ví fue Dersu Uzala. (Una noche que la ponían en la televisión me dediqué a fotografiar escenas que recordaba de otras veces, como si ya no me fuese posible volverme a encontrar con aquellos hombres y aquel paisaje nevado).

Cuando supe que Takemitsu colaboraba con Kurosawa, empecé a buscar su música. En esos días salía a la venta este cedé, lo pedí en la tienda y esperé sin saber absolutamente nada de él. Desde que lo escuché por primera vez hasta hoy, se ha convertido en una de mis músicas preferidas. No importa las veces que la escuche, siempre surge algo nuevo y siempre se genera una conexión, como con Mompou, con lo más valioso y duradero. Es música infinita para el oyente.

Este disco son piezas centradas en la relación con el agua, con el mar, y están interpretadas casi todas por una flauta solista (Patrick Gallois). Un instrumento lleno de aparente fragilidad, una ligera columna de humo que casi no se destaca del cielo (poco que ver con la cuerda occidental). Takemitsu era un hombre menudo, con aspecto de niño, en las fotos parecía triste y ágil a la vez. Tal vez como las flautas de bambú japonesas. Su música parece un cruce entre la tradición japonesa y la música contemporánea europea.

Es también una música que da gran valor a las versiones que se van contruyendo a lo largo del tiempo: Hacia el mar aparece en tres versiones distintas: para flauta y guitarra, para flauta, arpa y orquesta de cuerda y la última, para flauta y arpa. Siempre sonidos ligeros, lanzados al aire y que permanecen flotando entre quienes los escuchan. Ninguna grandilocuencia, tampoco un sistema de intervalos regulares. Nada que luche por capturar la atención del oyente. Como Mompou, me parece una música que busca, con mucho silencio, pasar a través de quien la escucha, atravesarlo de manera imperceptible, empaparlo con una lluvia invisible, llevarlo fuera de la cotidianeidad y lejos del ruido. En el mejor de los casos, acercarle a un umbral (aquello en lo que consiste la poesía, según Seamus Heaney).
Cerca del mar y sin intervalos regulares. Es de las cosas que más me atraen.