17 de junio de 2008

La música callada

Peter Handke tiene un libro maravilloso que se titula Ensayo sobre el día logrado. Lo leí hace tiempo y recuerdo sobre todo sus reflexiones sobre lo dificil que es terminar el día con el cansancio propio de un día logrado, (algo que no es mi caso hoy).
Por la mañana dejé sobre la mesa dos cedés con la intención de intentar escribir algo sobre ellos en el blog. Son dos músicas que me acompañan desde hace tiempo, y cuando hago un traslado, o una variación en la casa, esos dos cedés siempre tienen un lugar preferente, generalmente fuera de la estantería en la que conviven los demás. Escribiré algo sobre uno de ellos, será mi manera de acercarme a un cansancio en el que poder descansar.

Música callada de Federico Mompou. Lo conocí leyendo un texto sobre el fotógrafo Harry Callahan. El autor explicaba que él asociaba aquellas imágenes con la música de Mompou, en especial con la versión del pianista Josep Colom. Me gustan las imágenes del fotógrafo americano, así que me invadió la curiosidad por conocer esa música. En la tienda no tenían la versión de Colom, y podrían tardar mucho en conseguirla, me dijeron. Pero podían tener pronto la versión del propio Mompou al piano. Es la que tengo sobre la mesa.
Es una música misteriosa porque acumula a partes iguales fragilidad y fortaleza. Cuando se inicia, suelo experimentar algo cercano al desasosiego, al vacío, como si alguien comenzase a mostrar minuciosamente un páramo interminable, sin asideros, en toda su desnudez. Ni un solo artificio, ni una nota de distración. Y de manera imperceptible, esa misma música va empapando el presente hasta que no existe otra cosa con sentido. Es una música sin principio y sin final, empieza en algún lugar remoto y finaliza mucho más allá de quien la escucha. Todo lo que deseo es acercarme a ella, nada más.

El título procede de un verso de San Juan de la Cruz, La música callada, la soledad sonora. Cuatro cuadernos, veintiocho piezas, en las que Mompou dice estar buscando el expresar así la idea de una música que sería la voz misma del silencio.
Para mí, estos sonidos tratan, además de sobre el silencio, sobre el origen. Y cada vez que los escucho ejercen el poder, impagable, de alejarme de lo que no importa, o de lo que importa menos. No decepcionan, no mienten, por momentos no son fáciles. Pero a pesar de todo continúan existiendo con tenacidad y suavidad.