19 de mayo de 2011

Phoebe

Algunas veces, una pocas veces canta Atahualpa Yupanqui, me gustaría copiar aquí casi un libro entero. Es un ansia extraña de volver a leer mientra se transcriben unas palabras sin final, infinitas.

Hace tres días entré en una librería buscando un libro que no tenían. Pero antes de salir decidí llevarme, llevaba tiempo queriendo hacerlo, El guardian entre el centeno de J.D. Salinger.

Hacía tiempo que no tenía una experiencia tan intensa con un libro: una lectura que lo suspende todo y al tiempo todo lo reactiva, que exige tanto que desaparecen todos los actos, todas las citas, hasta el sueño. Porque aparece la sensación de que tienes que acabar con esas páginas (malditas páginas diría el protagonista) antes de que ellas acaben contigo. Y cuando llegas al final ya están demasiado dentro para que aquello acabe fácilmente. Imposible.

Phoebe es la hermanita pequeña de Holden, su protagonista. Y casi su única unión firme con el mundo.

Empecé a darle el resto de la pasta que me había prestado, pero no me dejó.
- Guárdalo tú. Guárdamelo -dijo. Y luego dijo enseguida -: Por favor.
Me deprime mucho que alguien me diga "por favor". Quiero decir, si se trata de Phoebe o alguien así. me deprimió muchísimo. Pero volví a meterme la pasta en el bolsillo.
- No vas a montar tú también? -me preguntó. Me miraba de una forma rara. Se le notaba que ya no estaba demasiado enfadada.
- Quizá la próxima vuelta. Te miraré -le dije-. ¿Tienes tu tiquet?
- Sí.
- Entonces, ve. Estaré en ese banco de ahí. Te miraré.
Fui al banco y me senté y ella subió al tiovivo.


Es cierto que el mito creado alrededor de J.D. Salinger puede dificultar esta lectura. No es lo que más me interesa y me alegro de que no haya dificultado demasiado leer por primera vez este texto (o eso creo). Siento que es un libro único, una lectura que se quedará durante mucho tiempo. Al terminar las páginas solo ha empezado a salir al aire un poco de su olor. Y de su misterio (empezando por el título). Pienso en Thoreau (Holden dice que se irá a una cabaña y que se convertirá en sordomudo), pero también en las imágenes que vi estos días de Jacques Henry Lartigue sobre cómo percibía desde dentro la vida de las clases ricas. No hay nada en el libro del gusto de Lartigue por vivir, pero no puedo evitar pensar que detrás de ellos hay un ajuste de cuentas sobre cuando la última palabra es un , y sobre lo que eso cuesta. 

Lo que distingue al hombre inmaduro es que aspira a morir noblemente por una causa, mientras que el hombre maduro aspira a vivir humildemente por ella. Son las palabras del señor Antolini a Holden. 

Pero lo que quiero decir es que montones de veces no sabes qué es lo que te interesa más hasta que empiezas a hablar de algo que no es lo que más te interesa. Es parte del diálogo de Holden con el señor Antolini. 

El guardian entre el centeno. Leo y releo el título. En mi edición son letras rojizas sobre fondo blanco. Es un proceso casi hipnótico. Y a largo plazo.