15 de octubre de 2011

Plumas para pulsar las cuerdas

Pienso que esta noche por fin llegará la lluvia. Que dentro de muy poco caerá un agua mansa y cálida que no cesará hasta el día. Y que cuando la luz reaparezca habrá una neblina gris y suave que traerá todos los olores juntos. Y aunque habrá algún claro, seguirá lloviendo durante toda la mañana y puede que buena parte de la tarde.

Mientras me preparo, escucho Los Ympossibles, de Santiago de Murcia, interpretada por Jakob Lindberg en la guitarra española. He escuchado esta pieza una y otra vez desde hace meses y siempre me devuelve un ritmo sereno y alegre de buena conversación. Me reconstruye de una manera semejante a como una pluma acaricia la piel. Casi sin tocar. Pero la piel sabe lo que está pasando y si lo ha conocido le gusta recordarlo.

Al fin volvieron los conciertos en directo. Comenzó la temporada y el jueves pasado escuché al trío Forma Antiqua interpretar música, entre otros, de Santiago de Murcia. Pero también de Giovanni Girolamo Kapsberger y de Scarlatti.  Pablo Zapico a la guitarra, Daniel Zapico a la tiorba (que instrumento tan increíble!) y Aarón Zapico al clave. Tres hermanos.

Y una iniciativa que me parece excelente: un encuentro con los músicos de casi una hora antes de comenzar el concierto para hablar de la música que sonará, de los instrumentos y de lo que el público quiera saber. Mientras haya un acto organizado con este cariño y cuidado aún tenemos esperanza (no sé bien en qué, pero siento que un país que dedica algo de su dinero público a esto aún tiene algo que decir).

Casi nunca se escucha a los músicos hablar. Parapetados tras los atriles, la partitura y los instrumentos parecen recelar de su voz. Pero las veces que los escuché siempre hubo muy buen clima y todo el mundo pareció agradecerlo. Se aligeró la pose para la escucha, tal vez la concentración aumentó, y también en todas las ocasiones antes o después apareció el humor.

Los tres músicos hablaron de cuando la partitura es poco más que un guión, del sonido de la guitarra barroca, de cuando se prefería un sonido sutil, suave y dulce a cambio de no generar potencia, de ahí las dobles cuerdas y de ahí esa ligereza que tiene alguna música renacentista o barroca.

También de la construcción de la tiorba, a partir del laúd. Y de como el mayor tamaño de los instrumentos permite esos sonidos graves y densos que las cuerdas largas de la tiorba consigue de una manera misteriosa. El lamento.

Pero lo que más me impresionó fue cuando explicaron que hasta hace bien poco, lo que pulsaba las cuerdas tensas del clave era el final de una pluma de ave. Que ese sonido agudo e intenso era generado desde algo ligero y leve, hueco.

Otra vez los pájaros. Observarlos. Diferenciar el ángulo de visión con el que rastrean el suelo y las maneras tan distintas de avisar cuando lo extraño penetra en sus bosques. Siempre sonrío cuando el arrendajo, córvido al fin y al cabo, chilla y se muestra estridente pero también generoso: el mejor centinela. Y algo se silencia cuando se escuchan los chillidos altos, distantes, solitarios y grises de algunas rapaces. Ellas que tienen que rastrear el terreno grado a grado.

Instrumentos menudos y de cuerdas dobles. La conversación con unos sonidos ligeros como el vuelo.

Tal vez esta noche comience a llover. Entonces me despertaré durante unos momentos y pensaré que las gotas en el tejado se parecen al caminar rápido de algún pájaro sobre ese mismo tejado. Durante unos segundos no sabré si es agua o son pasos ágiles y livianos. Luego, aunque tenga alguna duda, querré seguir durmiendo para seguir ese ritmo desde el sueño.