14 de agosto de 2009

Captain Cohen

Capitán Cohen !: escucharle ha sido un placer. Apetece decir eso.
Concierto de Leonard Cohen en Vigo. No hubiera ido si no me hubieran invitado e insistido en que podría estar bien.

Tres horas de concierto. Un hombre mayor, 74 años, envuelto en una energía serena y alegre. Un monje zen al que sus acompañantes le reconocen una autoridad que él parece no necesitar. Y un conjunto de seis instrumentistas más tres voces. Diez personas sobre el escenario. Cada músico un virtuoso concentrado en lo que está haciendo. Y cada vez que él no canta, escucha con atención la música que hace el resto del grupo. Cuando hay un solo de alguien, clava en él toda su mirada y se saca el sombrero en señal de agradecimiento.

Una profunda sensación de agradecimiento a cada momento. En todas direcciones. Un escenario envuelto en una calma que no recuerdo haber visto. Sobrecogedora en muchos instantes. Las luces, el sonido, la lentitud o la rapidez. Magistral. Un encuentro con alguien que había abandonado los escenarios pero no la música. Entre las diez y la una de la noche, una noche de verano cerca del mar. Uniformados casi todos con un sombrero pequeño y negro. Casi todos de negro. Silenciosos, sin ninguna estridencia, sin bromas estúpidas, sin alzar la voz. Cantaban para nosotros. Hasta el final, hasta la despedida. Good night, darlings.

Antes del concierto compré un libro que empieza así:
Un hombre se levanta y se va a otro lugar. Lo que el hombre deja detrás de él permanece detrás observándole.