2 de agosto de 2009

Mikel Laboa y el desierto

A veces una música se une a un lugar de una manera inexplicable. Nada tenían que ver, pero se encontraron.

Durante varios días crucé una carretera del desierto escuchando en el coche las canciones de Mikel Laboa. No conozco otra voz igual. Una y otra vez el cedé volvía a empezar y aquella música empapaba no sé que parte de la memoria, de una manera parecida a como el sabor del vino inunda la boca.

Hace poco más de un año, en otro viaje en coche, escuché la noticia de que Mikel Laboa había muerto. Recuerdo que paré y pensé en cómo había conocido su música. Estos días, la persona que me lo dió a conocer acaba de tener su primer hijo, aunque ya somos dos desconocidos. Así son sus canciones.

Conduciendo despacio, con el aire acondicionado puesto, en medio de un calor tórrido que parecía derretir el asfalto, había una voz que ayudaba a escuchar otras voces. Es una música a la que le tengo agradecimiento.