26 de diciembre de 2010

La sal de la carretera

Viajo muy despacio. La sal, reseca por el sol, forma un polvillo blanquecino sobre la carretera en el que se marca el paso de cada coche. La nieve reluce muy cerca. A ratos voy en silencio, a ratos escucho el ruido del motor, a ratos oigo algún programa en la radio. Hoy hace sol.

Después del periódico, por la noche leo unas fotocopias con el homenaje que Roland Barthes escribió para Michelangelo Antonioni. Empieza así:

En su tipología, Nietzsche distingue dos figuras: el sacerdote y el artista. Hoy en día, tenemos sacerdotes de sobra: en todas las religiones e incluso fuera de la religión; pero ¿artistas? Quisiera, querido Antonioni, que me prestara un momento algunos rasgos de su obra para permitirme fijar las tres fuerzas, o, si lo prefiere, las tres virtudes que a mis ojos constituyen el artista. Las nombro ahora mismo: la vigilancia, la sabiduría y, la más paradójica de todas, la fragilidad.