5 de enero de 2011

Es la conmoción, no lo bonito

Sea cual sea su remoto origen, probablemente vinculado a pautas de cohesión comunitaria, la música sigue marcando nuestro destino a través de las emociones, tan intensas como efímeras, como ocurre con todo lo que se desenvuelve mediante un régimen temporal
(Francisco Calvo Serraller)

En la barra de un café, escucho una conversación en la que él se interesa por el nuevo novio de ella, y lo hace preguntándole, con un tono suave, equilibrado, sonriente, si es “sano, tranquilo... y todo eso”. “Sí, super lindo” le responde ella.

Recordé entonces como un oyente explicaba el otro día en la radio lo que le unía a las interpretaciones pianísticas de Glenn Gould: “sus problemas, enfermedades y rarezas”.

Prefiero esta segunda manera de relacionarse con los afectos, también con la admiración. Sobre todo porque es más real y porque reserva más espacios para que nos podamos conmover. Es la conmoción lo que importa, no lo bonito, como dice Harnoncourt hablando de ciertos sonidos. Igual siento con las personas, con las ausencias y con las presencias.

Cada vez que encaramos los problemas, enfermedades y rarezas, rascamos alguna de las capas que esconden el oro. Me siento lejos de lo “super lindo”, del “buen rollo” que escucho en la calle a cada momento (mientras el mundo avanza a dentelladas, algo extraño). No creo que haya nadie sano y tranquilo, pero si puede haber ganas y esfuerzo por sanear, por entender, por aceptar y por comunicarse desde el respeto. También hay música que me recuerda esto a diario.