28 de octubre de 2008

La canción de la tierra

Estos últimos días escuché la octava sinfonía de Gustav Mahler, La canción de la tierra. La descubrí igual que otras piezas: escuchaba fragmentos en la radio de una música que me llamaba la atención, esperaba a su final y en varias ocasiones se trataba de una parte de esta sinfonía. Así que un amigo me regaló la grabación de la Orquesta Filarmónica de Viena, con Bruno Walter y sobre todo Kathleen Ferrier.
A mí me parece una música de frontera, un umbral con lo que ya producirá el siglo XX. Y por lo tanto, una música que exige una atención (como todas en realidad). Pero, tras las escuchas de estos días, sobre todo recuerdo la parte final.
Experimento con ella algo que hasta ahora sólo me pasaba con los Cuatro últimos Lieder de Richard Strauss, y es una experiencia muy difícil de pasar a palabras. Las siento como músicas del final de una vida (aunque literalmente no sea así en Mahler), interpretan la entrega a la tierra y el agradecimiento por lo vivido. No tengo ni idea de si La canción de la tierra trata de esto, pero si lleva mi experiencia hacia ahí. Es algo muy ambiguo, pero a la vez lleno de paz, de la calma que produce la aceptación de lo que ha ocurrido. Puedo oirlas una y otra vez, y en cada ocasión se mantiene ese alargamiento de la voz hasta el final. Hasta tocarnos. No hay lamento. Y todo eso junto, las convierte en música excepcionales.