21 de diciembre de 2008

La naranja mecánica

Ayer, la Sinfonía núm. 9 de Beethoven, con la Real Filharmonía de Galicia y la Sociedad Coral de Bilbao. Y se agotaron las entradas. Hasta ese momento, nunca había visto el Auditorio a rebosar. ¿Por qué había tanto público?. Tal vez era el ansia de escuchar y reconocer, o de acercarse al compositor. No lo sé. En todo caso, esto es algo muy engañoso que hace falta olvidar para poder escucharla.
Además de la sinfonía de Beethoven, para mí esta es la música de La naranja mecánica de Stanley Kubrick. Cuando sonó el Molto vivace recordé perfectamente lo que sucedía en la película, también los sonidos tan perturbadores de la versión para el cine, la música de Ludwid Van según el protagonista. De lo que conozco, Kubrick es quien mejor ha usado la música llamada clásica. Siempre he percibido una unión fuerte, aunque difícil de concretar, entre sus bandas sonoras y sus imágenes.
Pero aunque éste fue un concierto intenso, la única vez que ví al público del Auditorio de Santiago ponerse en pie y aplaudir durante varios minutos, fue en el anterior concierto: el del pianista Arcadi Volodos. Una vez terminado el programa, y ante la insistencia, creo que ofreció unas cuatro piezas extras, en realidad siguió tocando hasta que alguien encendió las luces de la sala rompiendo aquella atmósfera de complicidad. Daba gusto verle sentado frente al piano, sus movimientos y su concentración. Y como tocó especialmente la pieza final de Franz Liszt.