30 de septiembre de 2009

Una tiorba

Al final de un día largo e intenso, sumergido en una poza de agua termal a más de 40º, que a duras penas soporto y nunca más de diez minutos. Después agua muy fría, para volver a un agua un poco menos caliente que la primera. Así unas tres veces, por la noche y al aire libre, con los ruidos de la ciudad cerca, en silencio. A veces con la cabeza sumergida, conteniendo la respiración. Parecido a cuando hoy hemos hecho fotos con los ojos tapados. Hasta perder la noción de las proporciones y algo de la orientación, aunque percibíamos mejor las gotas de lluvia en la piel y hasta los relieves del suelo. Siempre se pierde algo por el camino, o mucho, tengas los ojos abiertos o cerrados. Tras el baño, me volvían a la cabeza los sonidos de guitarra de una pieza que escuché hace pocos días en la radio. Y me acordé del concierto que Juan Carlos Rivera ofreció con guitarra y tiorba en la iglesia de Agüero. Era verano. Entonces busqué y compré una de sus grabaciones. Y hoy volví a escuchar esa música. Sonidos delicados y precisos como las alas de un insecto. No ha sido una mala jornada.