24 de noviembre de 2009

Carreteras secundarias

Casi siempre por carreteras secundarias. Así crucé la Sierra de la Culebra. Llovía, puse la radio del coche e increíblemente la señal llegaba bien, sin mezclarse con las emisoras portuguesas. Había un programa sobre el Orient Express en el que ponían música de Debussy o las Danzas Húngaras de Bela Bartok. Conduje aún más despacio. De París a Estambul, de Europa hasta Asia.

Hacía tiempo que no cogía una carretera tan secundaria, tan fuera de los mapas. Esas rutas siempre me han parecido las más cortas para llegar a un sitio desconocido. También las mejores para encontrarte con perdices en mitad de la carretera.

Momentos brevísimos en los que no hay nada que hacer, nada que comprender. Sólo conducir y escuchar, limpiar el agua del cristal del coche, avanzar, imaginar algunas cosas. Pensé en la cúpula llena de estrellas pintadas que había visto, en la Hidra, Hércules, en el escorpión sobre el que brillaban pequeños puntos dorados a lo largo del cuerpo. Seres vivos en mitad de la noche.