27 de enero de 2012

El nervio de lo vivo

Regresó Paul Daniel.
Ayer jueves veintiseis de enero, dirigió de nuevo a la Real Filharmonia de Galicia en Santiago.
Y siempre que vuelve ocurre algo especial.

Ayer, la primera pieza se titulaba: Al escuchar el primer cuco en primavera, de Fréderick Delius (un autor al que no conocía). Una pieza breve en la que toda la orquesta avanza con lentitud, en pequeñas oleadas para que entre ellas se cuele, lento pero intenso, el clarinete que en realidad es el cuco. Un sonido del fondo de la tarde, aéreo y cálido. Inolvidable.

Ayer amaneció con lluvia. Duró poco. Pero al escuchar el primer cuco en enero recordé otra vez más los versos de Manuel Rivas: esta vez tampoco será el fin. Aunque él hable de la abubilla.

Después, Paul Daniel había programado otra pieza única: Épiphanie de André Caplet. Tres movimientos cortos para orquesta y violonchelo solista, que interpretó Plamen Velev, el primer chelista de la RFG. Una música rara e hipnótica, sobre todo el momento en que solo se escucha la percusión y el violonchelo. Un ritmo repetitivo del tambor sobre el que el chelo va trazando sus pasos oscilantes y recurrentes, siempre intensos, como los giros de un ser vivo. O como un cielo.

Disfruté mucho con la interpretación de Plamen Velev, a pesar de que no tenía un recuerdo demasiado bueno de cuando viajé para escucharle tocar tres de las seis suites para chelo de Bach. Pero ayer este músico estaba en un estado especial, concentrado e intenso.

Como propina del solista, un fragmento de una de las suites para chelo de Bach. Y aquello fue único, porque se adentró en ella despacio y decidido, al tiempo que por fin alguien pensó que la música también se mira y la luz del escenario fue bajando de intensidad hasta que todo quedó en penumbra, salvo las cuerdas y las manos que brillaban bajo un único foco. Fueron minutos de descenso por un río,  a través de la memoria, a través del dolor, también del júbilo, a través del agua.

Y para finalizar, la Sinfonía núm. 2 en Do mayor de Robert Schumann: la última entrega que hubo sobre un cierto final del invierno y un cierto sueño de primavera. Una orquesta sinfónica completa mostrando el nervio de lo vivo, la mirada que se enfrenta al hielo, al temporal, mientras sueña con un cuco en los montes.

Tal vez todo el programa estaba dedicado a la naturaleza, a los cielos cambiantes, a las huellas. Paul Daniel dirige como si solo de vez en cuando lo atravesase el rayo. El resto del tiempo él también escucha a los músicos e incluso les grita ¡bravo! (Es una gran noticia que vaya a ser el próximo director titular de la RFG).

Aunque hubo otros dos antes (todavía muy pocos esta temporada), éste ha sido el primer concierto tras que el que solo cabía regresar con el silencio, mientras se oía, lejos, el retumbar de la tormenta. Es lo que tiene entrar en la primavera en pleno enero.

Hacía tiempo que tenía ganas de contar aquí un concierto.