7 de enero de 2012

Un poder con luz

Empezó el año.

Decidí organizar la estantería donde guardo los cedés de música. Cuanto más desajustada es la elipse en la que gira el mundo que tengo cerca, más ordenada está mi casa.

En mi relación con la música, sobre todo la llamada clásica, sigo una especie de orientación intuitiva y azarosa en las piezas que voy conociendo y escuchando, además de lo que programa radio2 (rne) y de lo que me graba, y antes me recomendó, un amigo muy querido al que considero un gran experto.

Cada vez que nos encontramos, si su sexto sentido le indica que se me han debido de terminar los nuevos cedés, me prepara un pequeño lote de grabaciones. Aunque en ocasiones le pido algo concreto, por lo general él me propone un itinerario que yo desconozco.

Pero pasa el tiempo y en muchas de esas selecciones voy profundizando poco a poco, y al cabo de meses, años, me voy dando cuenta de que lo que me había regalado como si nada es, por ejemplo, una de las mejores versiones que existen.

C. me da joyas mientras hablamos de cualquier otra cosa. Y no espera un agradecimiento especial: entre lo que tiene da lo mejor, lo que puede haberle costado años encontrar. De esta forma he recibido discos cuya calidad excepcional tardé en saber calibrar.

Suelen ser olores imperceptibles al principio.
Y después se van convirtiendo en mundos que lanzan al exterior un aroma único y difícil de clasificar, lleno de un poder con luz.

Dar cosas muy buenas aún sabiendo que su apreciación tardará tiempo, o incluso puede que nunca se produzca. Pero mientras tanto, quien lo recibió pudo convivir, estar cerca, de un ser con una calidad excepcional. Y algo de eso, por ósmosis, pasará al interior de sus días.

Por ejemplo, la voz de la contralto Kathleen Ferrier. De ella C. me regaló los Kindertotenlieder de Mahler y una interpretación única de la Pasión según San Mateo de Bach.

Puede que lo que demos sea lo único que muestre nuestra calidad.

(Y justo al terminar de escribir lo anterior leo en Comte-Sponville:

Todas mis acciones no son sino el efecto en mí de una selección entre los simulacros (es decir, de una elección entre los posibles), llevada a cabo según la potencia (potestas) de la voluntad (voluntas) como tendencia indeterminada (pero determinante) hacia el placer (voluptas), es decir, como deseo).