20 de enero de 2012

Hoy, sin saberlo, buscaba esa música

De pronto, una pequeña hierba brillaba en la noche. A ras de suelo, intensa, como si fuese una luciérnaga. Pero en enero todavía no han llegado. Así que me acerqué a ella, sumergido en el agua que parecía hervir, oscura, algo verdosa. Una diminuta gota en la punta brillaba iluminaba por un foco de luz lejano. Podría haber sido una luciérnaga. No me alejé, tampoco esperé. La miraba.

En el coche, escucho un programa de Juego de Espejos al que vuelvo una y otra vez. Por la selección de música que hace el invitado, Virgilio Zapatero, y por su voz mientras cuenta sus impresiones. En un momento dado habla de la música que escucha por la noche, al final del día. A veces Mozart, y elige el Andante del concierto para piano nº 21, K467. Así que al llegar a casa, hace rato que es de noche, lo busco.

Y aunque sin duda esta es la música, no me suena igual. Tal vez mi disco va demasiado rápido (pero es un andante...). Sigo escuchando. Y entonces llega el Adagio del concierto nº 23, K488.

Esta si es la música que, sin saberlo, buscaba (no es la que había escuchado en el programa). Porque estos son los sonidos que hacen sentir, como dice Virgilio Zapatero, que hay cosas más hermosas que las que te han pasado algunos días. Cosas más hermosas, esas son sus palabras.

La música al final del día.

Tal vez construida a partes iguales por la escucha y la memoria. Por todo el cuerpo.