7 de agosto de 2012

Misterioso, no secreto

No sabría que decirle a esa voz si la escuchara ahora.

Cada día.
En cada jornada debería haber un espacio para quedarse con las voces que ya no están, incluida la de uno mismo (los días que desaparece). Quedarse a solas tal vez es abrirles un canal para que lo atraviesen a uno: una pequeña ruta navegable que no sale hasta el mar sino hasta el interior de la oscuridad. Pero sin miedo. Y sería maravilloso pensar que sin mentira.

Hablo con un buen amigo sobre la mentira. Cruzamos algunas ideas, algunas experiencias también. La noche pasada leí a Gustavo Martín Garzo:

La felicidad de las mentiras
Inquieta: "Allí, dentro de la mentira, estaba segura de que sería feliz, como lo eran los gusanitos que vivían en los frutos"

Un trabajo bonito: ayudar a un árbol cargado de fruta a sujetar su cosecha intentando evitar que no se rompan sus ramas llenas de ciruelas oscuras y pesadas. Ese árbol nunca ha dado fruta, vivía casi olvidado de todos (es literal), pero este año todo ha cambiado: estaba casi en estado salvaje y ahora está lleno de ciruelas.

Para poder encontrar la ruta navegable de hoy he necesito escuchar completa la sinfonía número 3, Op. 36 de Gorecki. Fueron necesarios todos sus movimientos para deshacer algo que impedía acceder a la noche, ahora que ya no hay luz.

Hablan los manantiales en la noche, hablan en los imanes del silencio
Siento la suavidad de las palabras olvidadas

escribe Antonio Gamoneda. Y un poco más atrás, o más adelante

Es la impureza y la piedad, el alimento de los cuerpos
abandonados por la esperanza

Agradezco la voz de Gorecki (no es la primera vez) para saber algo sobre el alimento más imprescindible, callado y misterioso que conozco.

Misterioso, no secreto.