28 de agosto de 2012

Acostumbrando la vista

Ordenar y clasificar produce una extraña e ilusoria paz. Colocar en cajones, meter en botes, disponer en la estanteria, hacer etiquetas para las entradas de un blog...

Acostumbrando la vista será la segunda etiqueta que tendrán, a partir de mañana, algunas entradas de este blog.

Son textos muy cortos, escritos entre 2002 y 2007, en una época en la que tras un largo y costoso proceso en algo parecido a una mina, de vez en cuando y tras lavar toneladas de mineral en el río, brillaba una pepita de oro. Por entonces el oro no estaba tan caro, así que el proceso de demolición de la montaña no parecía justificar esos pequeñísimos tesoros: lo encontrado no valía tanto esfuerzo.

Aunque todo depende de como se mire. Pasado un poco de tiempo, y con los años más, descubrí que el brillo de aquel metal precioso era tan intenso que me obligaba a acostumbrar la vista cuando quería mirarlo. A cambio, su brillo generaba una especie de campo magnético que parecía proteger y hasta dirigir lo que de verdad era importante hacer.

Algunas de esas pepitas, en mi caso líneas de fuerza, estarán bajo esta nueva etiqueta, al tiempo que lucharán por salir de ella y por volver a perderse en el río.