26 de abril de 2012

Declaración de dependencia

En un intercambio de músicas me enfrento a una carpeta que decido copiar aunque no sé nada de lo que hay allí dentro.

La escucho y la música no me entusiasma (es de un grupo noruego que no conocía), pero el título del álbum sí: Declaración de dependencia.

(Y además me apetece escribirlo entero y sin sentirme obligado a ajustar los infinitos matices de las infinitas tonterías sobre la independencia y todo eso).

Me gustaría dedicar más tiempo a trazar los límites de una intensa, profunda (y muy personal) declaración de dependencia.

Uno no es hasta que el observador lo situa. Algo así dice la física cuántica. Pero también los estudiosos de la neurobiología. Claro que eso supone una dependencia y una igualdad en algo que nos constituye. Y es fácil que eso lleve añadido fragilidad y cambios en conceptos como originalidad, incertidumbre o simplemente entereza.

Un fragmento de un texto de Umberto Galimberti que llega a mi buzón:

Una especie de fractura de sí mismo para que el otro lo atraviese. Eso es el amor. No una búsqueda de uno mismo sino del otro, que sea capaz naturalmente bajo nuestra propia responsabilidad, de alterar nuestra identidad, desequilibrándola en sus defensas.

Sueño con poder escribir una larga lista de dependencias hecha solo a través de la experiencia. Con poder contar como cayeron las defensas, una tras otra, mientras ardían en contacto con el rayo que las atravesó.

La fortaleza de poder ser alterado, modificado, desequilibrado. La posibilidad de hacerse, de contarse el relato de otra manera, de contarnos a través de un relato que se hace cuando somos, cuando alguien, cuando algo, nos situa en un mapa infinito.

La posibilidad de depender de las fuentes, río arriba.