3 de mayo de 2012

La afinación de la tierra

Imagino algo ágil y lleno de una fibra que puede ser cálida y mortal, algo que existe y que gira, da vueltas sobre si mismo, con un paso elegante y sedoso, seguro, reservando sus fuerzas. Un ser vivo que camina sobre la punta de sus pies, por momentos relajado, siempre nervioso. Una fiera oscura que solo tiene brillo en el centro de los ojos, una fiera que apenas abre la boca para respirar, que todo en ella es inmediatez, peligro y cuya piel irradia una auténtica vibración eléctrica. Una mezcla letal.

Algo así, en ocasiones, es un recuerdo.

Y de pronto, en el buzón de entrada hay una fiera girando sobre si misma, haciendo una torsión tan fluida que con los dientes roza el final del lomo. Alguien envía fotos escaneadas, primero unas pocas, luego algunas más.

Frente al tiempo, frente a algo de nosotros que no somos nosotros, a veces, se pierde el ritmo.

Hay una preciosa canción que interpreta Joao Gilberto y Stan Getz: Desafinado. La he escuchado muchas veces, siempre la tengo cerca. Pero hasta hoy no había recorrido su letra como un niño sigue un renglón manuscrito mientras aprende a leer: para no perderse.

Que no peito dos desafinados
No fundo do peito bate calado
Que no peito dos desafinados
Também bate um coração


Este es el final. Y cuando se llega a él casi siempre se tienen los dedos manchados por la tinta negra del renglón, tinta que ensucia las manos como lo hace la tierra oscura.

Poder terminar el día con las manos manchadas de tinta y tierra.

Esa música.