27 de mayo de 2012

La piedra 609

Cerré los ojos.
Entonces te pude ver

A media mañana hacía fresco y algo de sol. Viajaba, me apetecía conducir y la autovía estaba casi vacía.

No sé como fue pero casi de repente encontré delante de mi una gran piedra que viajaba sobre el remolque de un camión, una piedra seguro que de varias toneladas. Reduje la velocidad y me puse tras ella, quería observarla con calma.

Era un gran bloque de granito con las huellas circulares de las perforadoras. Un cuadrado casi perfecto que llevaba inscrito con pintura roja: nº 609. Aquella era la piedra número seiscientos nueve, camino de no se sabe donde y procedente de alguna montaña.

Hace años hice un trabajo sobre esas grandes piedras. Y vi como inyectaban calor hasta el final de un minúsculo túnel que se internaba en las paredes de la cantera. Calor y frío hasta que algo allí dentro se rompía. 

Así que decidí viajar todo el tiempo que pudiera tras la piedra 609.

Hace unos días releí en mi libreta la despedida de una persona que aprecio tras haber compartido una pequeña ruta: Buen viaje y buenos recuerdos

Y hace muy poco, uno o dos días, escuché las tres Lecciones de tinieblas de Couperin. Y ese mismo día  encontré una persona desconocida que estaba viviendo la misma experiencia que alguien a quien quise mucho: una experiencia difícil aunque elegida con libertad. Y llevaban el mismo olor.

Entonces me di cuenta, mientras subía tras la 609 que la música había llegado al Macpherson's Lament interpretado por Jordi Savall. Fuego en el interior de la piedra, luego la presión del frío, más tarde otra vez fuego. Y la roca se desprende, se escucha un quejido sordo, parece un pequeño temblor, y con cierta suavidad se deja caer. Los hombres se apartan, alguno permanece encima del gran bloque, otros guardan las herramientas. Todo está preparado, todo ha terminado.

Apagué la música. Alguien me dijo: sin dramatismos.
Sin dramatismos. Todos los días nace y muere gente y todo sigue más o menos a buen ritmo. Vamos a los entierros, enterramos a quien sea, y luego nos tomamos un café para reconfortarnos, así que sin dramatismos: eso para la ópera.

Solo quería cerrar los ojos. Para poder ver.

Pero estaba conduciendo y como en una refinada tortura tuve que mantenerlos abiertos para seguir una ruta que podría parecer normal. Pero era anormal. Subir tras una gran piedra, luchando para que no ruede camino abajo siempre será una tarea perdida de antemano.

Ahora, después de un largo rodeo tras la piedra, regresé a un lugar que parece la casa. Y aquí busco algo parecido a la desaparición. Si lo consigo convertiré este lugar en mi casa. Escucho la Música callada de Mompou. El silencio, perderse en los silencios.