9 de mayo de 2012

Murmullo de fondo

Ayer

Volví a escuchar una música de Olivier Messiaen, un fragmento de su Libro de órgano. Y otra vez tuve que quedarme quieto mientras los pájaros sonaban a través de los tubos del instrumento. La música, con su estar de camino, me detuvo. Después, cuando reanudé la marcha, la ruta ya no era la misma.

Hoy

Leo en el desayuno:
El tono fundamental, el murmullo de fondo, el sonido de todo mi trabajo es el examen de las carencias de nuestra existencia, los conflictos irresolubles con nosotros mismos y el "hermoso fracaso" que conllevan. Ese retorno de lo mismo en condiciones siempre distintas me lleva a querer cerciorarme del mundo y de mi persona en un reflejo poético y en imágenes siempre diferentes. El mundo como representación. Imágenes de lo invisible. Pero también es siempre una ruptura conceptual y visual con las representaciones mentales y de imagen recibidas.
Lo escribió Jürgen Klauke


Los últimos días

Dedico un tiempo a seguir pensando en el Ensayo sobre el día logrado de Peter Handke. Y sobre el poder que tiene vivir el día olvidándose de la necesidad de que sea un día logrado. Y como esa es una emoción global porque un día logrado no es una suma de anécdotas amables o poéticas. Es algo más, que puede incluir la dificultad y la imposibilidad. Un día logrado está al otro lado de los conceptos ya construidos, al otro lado de esa pantalla. Otra vez, como casi todo lo importante, es un umbral. Imposible permanecer en él. Aunque sí es posible cruzar a través de él.
Y de pronto me encuentro con un artículo de Ricardo Piglia: Un día perfecto (el título me gusta menos). ¿Cómo podría yo narrar un día perfecto? se pregunta.


Dias imposibles de olvidar